Ocio descubre casualidades y causalidades intrínsecas. Los textos se juegan, se prestan, se aluden y se disfrutan entre sí, Volpi toca a Melville y Montero lo acaricia; Murakami privilegia el oído; Nada se pierde y todo se transforma. Cada palabra juega a ser natalicio gozoso y epifanía triunfante. Ninguna idea se destruye, más bien confluye en un río antiquísimo, se pasea por los meandros del saber, roza el fondo, emerge y se repliega a las orillas. En ese río profundo y milenario nos saciamos sin descanso. El río es generoso, nunca se detiene y al final está el mar sin fin; el mar para todos sin excepción.
Cada idea puede ser tuya; fue y será tuya. Sólo hay que practicar el malabarismo, el sincretismo y la divergencia con fe; dije con fe?, sí, pero también con obras, con terquedades, con pifias y tozudeces. No hay más mundo que el real.....y los libros son reales. Los puedes palpar, leer, digerir, digredir...acomodar....los libros nacen libros. Qué mejor generación espontánea que la literaria!
En las palabras , en los libros , encuentro mundos donde la vida y los sueños no se diferencian y todo es una liturgia que sabe , que huela a tinta y a imaginación sin final.
ResponderEliminarUn saludo.
Así es. Los libros estimulan los sentidos, los vivifican. El olfato no es el menor en ellos....más bien es un transportador sin palabras.
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