sábado, 10 de octubre de 2009

tiempo, tiempo, siempre el tiempo...


La nostalgia del ayer es una imagen mentirosa pero reconfortante. Lo que quisiéramos se transmuta en un viaje por el ayer idílico de un pasado que reconstruimos con fragmentos de risas, juegos, palabras, acciones, aromas y sobre todo, de seres queridos a los que despojamos, por obra y gracia de un acto volitivo y personal, de toda maldad y todo doblez. Hacemos la imagen perfecta, porque esa es la ventaja de recordar el ayer; lo rehacemos y recreamos a nuestro libre albedrío. Hoy me instalo en un pasado que me sabe a tiempo lento; y me gusta esa lentitud mezclada con los gritos de tías y tíos sentados esperando la noche, disfrutándola y conviviéndola. No hay otro sentido entonces, me digo, que esa convivencia tan desusada hoy. No hay otra felicidad que esa posesión de la ociosidad como objeto precioso. Lo que se tuvo y ya no es. Lo que se disfrutó y hoy es recuerdo.
Un empuje a la memoria y esta desata el imaginario histórico de sus rutinas pasadas; puede ser un motivo tonto o un recuerdo memorable, pero está ahí, asida de esa neurona sin saber por qué. Ese imaginario que se transforma en los vestidos favoritos de la niñez, el primer regaño, la comida que más odiabas o la que más te gustaba, el miedo a la oscuridad o a los fantasmas, el sombrero preferido de tu tío, el modo en que tu tía se sentaba en su poltrona, las palabras de tu padre cuando hacías travesuras, etc. cada uno alberga en sí mismo un mundo pasado ideal, posesión preciosa gracias a la cual se conmueve con lo ajeno porque piensa que es propio.
Y sigue el tiempo su marcha, el leit motiv que nos hace trampas sin piedad, para que envejezcamos (si así es nuestro destino) con un mundo fantástico al que quitamos, como piojos, todo aquello que nos molesta.



1 comentario:

  1. Me gustó esa imagen de "quitar, como pijos" los malos recuerdo...tienes razón y que linda forma de escribirlo
    Yoly

    ResponderEliminar