Pasamos rápidamente por el semáforo
de la Rosales. El miedo no anda en burro, dijo Casimiro, ayer mismo
atropellaron al Tarcisio y la semana pasada a la Rudesinda. Seguimos
a paso tranquilo hacia las nieves cuando un sonido ensordecedor nos
hizo voltear. Vimos volar por los cielos a Remedios, que en menos de
lo que canta un gallo, calló encima de Cándido, dando al traste con
la única bola de cristal que teníamos. Desde entonces el futuro es
realmente incierto para nosotros.
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