sábado, 31 de diciembre de 2011

31 de diciembre 2011


En este invierno soleado,

reclamo aire, pájaros y grillos,

todo se convierte en lujo,

y el silencio se muere de ruido.


En este año que termina,

a veces el corazón lloró,

y la mente terca, dale que dale, va por mil caminos;

noche y día es un martillo habitual:

hasta el fondo se inoculan imágenes, aromas y roces.

Hasta el fondo una lágrima furtiva te cubre las entrañas.


En este diciembre se reencuentran caras,

los gestos siguen ahí,

la bondad quiere encontrar un espacio

por si se duerme el egoísmo,

por si cede la avaricia;

por si, en un momento de debilidad,

la crueldad cede asiento a la misericordia.


En este día, con el sol sombrereando el horizonte,

un año nuevo intenta su paso,

un año nuevo que puedo alcanzar.

En este día los planes no son papel ni letra muerta,

son respiros constantes,

risas absurdas y sanadoras,

domir y despertar;

vivir al margen de la tristeza,

asunto tan imposible

como la eterna alegría.

En esta tarde, el pecho se inflama de inefable esperanza,

sin motivo alguno, sin dirección exacta,

esperanza en el minuto diario,

en colores de campo,

en ojos que laten como corazón en rumba,

en palabras que ven el fondo del alma.

En esta tarde sólo hay que vivir,

y mañana.... mañana también.


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